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¿ALIMENTANDO
EMOCIONES?
LIC. EN NUTRICIÓN GERARDO
BEGBEDER SCHIEL
En la actualidad, es frecuente escuchar situaciones de este
tipo: “estoy muy nerviosa, ¡necesito un chocolate ya!” o,
“estaba tan estresado que no podía parar de comer”. Te has
preguntado ¿cuántas veces has sentido ansiedad, estrés,
preocupación, y cuantas de esas veces comiste para sentirte
aliviado? Lo anterior resulta una actividad común que se gesta
entre los seres humanos, lo cual es el refugiarnos en los
alimentos en algunas ocasiones, sin embargo, la problemática
recae cuando dicha actividad se convierte en un hábito, es
decir, cuando se convierte en una práctica habitual, constante,
repetitiva, que sin darnos cuenta, nos condiciona a depender
de la comida para satisfacer o responder a nuestras
emociones.
En nuestra sociedad actual muchas personas, a veces de
manera inconsciente, utilizan los alimentos para evadirse de
las emociones negativas; cuando esta conducta se convierte
en un hábito, desencadena efectos negativos en la salud y se
convierte en un círculo vicioso que no es sencillo romper.1
La pregunta clave es: ¿Por qué nos alimentamos?, por lógico
que pudiera resultar este cuestionamiento, debemos
analizarlo a profundidad. El ser humano se alimenta debido a
la necesidad de satisfacer sus requerimientos calóricos
energéticos; es un acto fisiológico de nuestro organismo,
imprescindible para la existencia; más allá de eso, debemos
conocer que éste acto se ve involucrado en una infinidad de
factores, donde destaca el hambre, el apetito, la zona
geográfica donde nos encontremos, la disponibilidad
económica, las cuestiones culturales, el tiempo destinado para
alimentarnos; pero aunado a todos ellos, y siendo factores
primordiales, involucramos emociones, estados de ánimo,
preocupaciones, estrés, ansiedad, entre otras.2
Entonces… ¿Qué es lo que sucede?. Optamos por ciertos
alimentos para que sean la “cura provisional” a un problema, y
esto ocurre, porque neurológicamente al preparar, observar,
oler, deglutir y disfrutar de los alimentos, se estimula a la
liberación de neurotransmisores que básicamente nos
reconfortan produciendo placer en nuestro organismo, como
lo es la dopamina, un neurotransmisor clave en la generación
de placer y en la modulación de los circuitos de la motivación,
premio o recompensa, tanto en relación a la comida como en
relación al consumo de sustancias (tabaco, alcohol, otras
drogas), y otras actividades (ejercicio físico, compras, sexo).
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