Page 22 - Nemachtia Marzo 2019

COMUNIDAD TERAPÉUTICA
En cuanto a todas estas necesidades básicas de los
usuarios y usuarias, el personal, en el contexto de la
teoría del apego, funcionará como un cuidador. Las
respuestas adecuadas a sus necesidades, lograr
percibirlas y satisfacerlas (no siempre con la
necesidad de que ésta sea comunicada
directamente) fomentarán una relación con empatía
y cercanía. En cambio, se vivirá como un abandono
la dilación u omisión de ello. De esta manera, los
líderes del grupo funcionarán como aquellos que
tienen mayor capacidad para conseguir por los
demás los recursos que entre ellos escasean.
Quienes tengan rasgos más impulsivos y tengan “el
valor” de reclamar al personal, de quejarse o de
exigir cambios y respuestas. Cuando esto ha
llegado a ocurrir en formas más intensas, nos
encontramos ante un elemento del grupo que logra
satisfacer esto mejor que el personal. Situación
lamentable, tomando en cuenta los cuatro turnos
por los que pasan los grupos, una cantidad grande
de personal.
III. El manejo
En este sentido, se vuelve fundamental para el
manejo del grupo, lograr identificar sus necesidades
para anticiparse o resolver óptimamente (sin
promesas falsas o largas esperas sin previo aviso) y
establecer claros y adecuados límites jerárquicos.
En cuanto a las necesidades, se pueden señalar
tres formas generales: objetos menores
(desodorantes, enjuagues bucales, información),
entretenimiento y salud. Lo más básico consiste
en estar presente y poder satisfacer algo
aparentemente tan sencillo como pasar el
desodorante a quien lo pide, siempre y cuando
sea viable. Aunque parezca poco, esto puede ser
una primera aproximación a los nuevos ingresos.
Se va transmitiendo la idea, con pequeños actos,
de la presencia de una figura que tiene un poder
que el resto del grupo no (otro usuario o usuaria
no puede pasarle de buena gana un objeto así).
Sobre el entretenimiento, recomendar películas,
platicar y, principalmente, marcar la pauta de
dónde y cómo se puede bromear. Esto ocurre en
diversos contextos, cuando es en uno
inadecuado, puede terminar por ser una falta al
reglamento (comúnmente llamado llevadera).
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La empatía aquí es crucial para entender que estas
personas están despojadas de cualquier otro tipo de
entretenimiento: la televisión no está al alcance todo el
tiempo (ni el control de la televisión bajo su dominio),
no tienen celular, ni la música que quisieran escuchar
(sólo la que esté en la radio) o sus lecturas de
preferencia. El grupo buscará y encontrará formas de
manejar el hastío, la ansiedad y el aburrimiento. Puede
ser desde dibujar hasta pegarse nalgadas en las
regaderas. Por tanto se trata de tener la autoridad para
determinar cuándo y cómo se pueden divertir,
buscando que sea ameno, libre de agresiones y
genuinamente satisfactorio, será útil para tener un
grupo relajado. Debe tenerse cuidado, no obstante, de
caer en un juego con el grupo. Algunos entenderán el
mensaje de esta manera y se dirigirán al personal como
“wey” o sintiendo como si fuera otro del grupo, a quien
se le pueden gastar bromas. No debe perderse la
jerarquía, aunque tampoco caer en el autoritarismo.
Que el grupo se quede quieto y finja un “buen
comportamiento” ante la presencia del personal puede
ser una señal de que lo viven como estresor; igual de
desfavorable como si, al llegar el personal no tiene
presencia y siguen hablando y haciendo cualquier cosa
como, si no estuviera ahí, ninguna autoridad.
Respecto a la salud, debe tenerse especial cuidado. Los
usuarios y usuarias que reportan síntomas
psiquiátricos (ansiedad, insomnio, alucinaciones) o de
enfermedad orgánica, es importante atenderse
rápidamente. Ya sea dar el aviso al personal de
enfermería en turno, pasar el dato directamente al
personal pertinente para agendar una cita con
psiquiatría o notificar al equipo terapéutico. Cuando
estas situaciones tienen dilación, se ven más
rápidamente como un abandono y no se obtiene una
respuesta afectiva muy favorable de la persona
afectada. Cierta ocasión (en la que me limitaré de
proporcionar nombres y detalles para cuidar a las
identidades), una usuaria comenzó a sangrar de la nariz
durante una Terapia de Confrontación. El personal
presente no tenía a alguien que le pudiera relevar o
acompañar a la usuaria a enfermería, así que debió
llamar por la radio, pero no obtenía respuesta rápida.
Finalmente, un usuario acudió, enojado, hacia
enfermería para reportarlo, alegando incompetencia.
En este caso, el personal queda, precisamente, de esta
manera. La usuaria y el resto del grupo terminan por
confiar más en un usuario más eficaz que logra
evidenciar las fallas del funcionamiento burocrático
del personal. En una situación así, se volverá muy difícil
realizar intervenciones individuales y grupales, la
palabra del personal perderá credibilidad y el usuario
en cuestión, podrá tomar la dirección de la dinámica
grupal.